Una virtud sin prudencia no es virtud. Debemos rogar frecuentemente al Espíritu Santo por la gracia de la prudencia. La prudencia se compone de: la reflexión, la consideración razonable y el propósito firme. La decisión final siempre nos pertenece a nosotros. Nosotros debemos decidir, aunque podemos, y debemos pedir consejos, y buscar la luz.
Santa María Faustina Kowalska. Diario, 1106




